Emanuel Lasker nació en Berlinchen, Alemania, en 1868: Bertoldo tenía un hermano y el mundo un prodigioso personaje y una mente clara. A finales de los años setenta, los hermanos Lasker se marcharon a Berlín. Bertoldo estudiaría Medicina, además de trabajar como profesor de ajedrez en un salón de té, y Emanuel viviría con él.
Bertoldo aumentó sus ingresos jugando por dinero y con apuestas. Esto atrajo a Emanuel, que sabía de la penuria familiar, y pidió a Bertoldo que le enseñase. En menos de cuatro años, la pareja se ganaba la vida trasnochando en el salón y con ayuda de Jacobo Bamberger, un mecenas del ajedrez.
La profesionalización de Emanuel vino cuando se enteró de la existencia de torneos de ajedrez que movían grandes sumas de dinero. Era la solución provisional a su pobreza; con el dinero que ganase jugando podría terminar la carrera eligida por vocación, Matemáticas, y más tarde pensar en la Filosofía.
Pero todo se complicó para Emanuel al comprobar que su capacidad como ajedrecista era aplastante. Años atrás, el gran maestro Siegbert Tarrasch le dijo que con 11 años era muy joven para jugar con él. Lasker continuó retando a Tarrasch a medida que fue ganando torneos, y el gran maestro siempre alegaba, con cierta razón, que los triunfos de Emanuel surgían en campeonatos menores y que él no era su rival. Ante tanta negativa, Lasker apuntó a lo más alto y, por suerte para él, Steinitz, el entonces campeón mundial, aceptó el reto que le ofrecía aquel alemán en 1894.
Sorprendentemente, Lasker ganó diez partidas, entabló cuatro y sólo perdió cinco. Steinitz, que cedía su corona tras veintiocho años, dijo al finalizar el mach: “Tres hurras por el nuevo campeón del mundo”. Se suponía que ese jóven no conservaría el título por mucho tiempo; pero lo hizo por veintisiete años, rozando la marca histórica de su antecesor. Al rendir el mach de 1921 ante Capablanca, repitió en honor a Steinitz esa petición de tres vítores.
“¿Qué da la victoria?”, dijo una vez, “Ninguna satisfacción, sólo un simple compromiso para un esfuerzo superior”. Ya sin el título podía disfrutar. Era favoríto para recuperar la corona ante Capablanca en una hipotética revancha, porque venció, en 1923, en Moravsky-Ostrava, imponiendose a Reti, Euwe, Tartakower y Tarrasch; y en Nueva York, en 1924, con 50 años, superando a Marshall y a los campeones mundiales Capablanca, Alekhine y Reti. Pero no tenía interés por esa prístina faceta de su vida, ahora sólo quería gozar de su filosofía y de sus matemáticas, escribiendo grandes obras que no serán olvidadas. Lo hizo hasta 1941, año en que falleció.
Emanuel Lasker aseguró a su hermano Bertoldo, durante el torneo de Hauptturnier, que de no conseguir el titulo de maestro abandonaría el juego para seguir con sus estudios universitarios. El título se lo jugaba en esta partida y gracias a él podría jugar torneos de elite, con mayor premio económico.
LA PARTIDA HISTORICA.
Blancas: Von Feyerfeil.
Negras: Emanuel Lasker.
Breslau, 1889.
1.d4 d5 2.Af4 c5 3.dxc Cc6 4.Cf3 f6 5.e3 e5 6.Ag3 Axc5 7.c3 Cge7 8.Cbd2 Ae6 9.Da4 a6 10.Td1 b5 11.Dc2 Dc8 12.a3 0-0 13.Ae2 Af5 14.Dc1 Ta7 15.0-0 g5 16.Tfe1 Rh8 17.Cf1 De6 18.Td2 Td7 19.Ted1 Ca5 20.b4 Cb3 21.Db2 Cxd2 22.Txd2 Aa7 23.a4 Tb7 24.axb5 axb5 25.Td1 Dc6 26.Cfd2 Ae6 27.h3 Tc8 28.Tc1 Cf5 29.Ah2 e4 30.Ce1 d4 31.Cxe4 dxe3 32.f3 Ac4 33.Rh1 AxA 34.DxA Ab8 35.Axb8 Tbxb8 36.Rg1 Db6 37.Cd3 Te8 38.Cdc5 Tbd8 39.g4 Ch4 40.Dxe3 Dc7 41.Tf1 Cg6 42.Df2 Cf4 43.Dh2 De5 44.Tb1 Dd5 45.Dc2 Ch3+ 46.Rh2 Cf4 47.Cxf6 Dd2+ 48.rinden 0-1