Sueño de un peón, por Ignacio Bruna
Amanecía un nuevo y frío día en Leningrado, actualmente conocida como San Petersburgo, considerada como una de las principales urbes ajedrecísticas del mundo. En ella se ubicaba un Palacio de Pioneros de los más famosos y reconocibles de todo el país. Corría el mes de septiembre de 1971 y tanto la ciudad como sus alrededores se encontraban sumidos en una atmósfera de profunda emoción y tensión. No era para menos, ya que en aquel lugar se estaba celebrando el Campeonato Nacional de Ajedrez, uno de los deportes por excelencia de la Unión Soviética, y que generaba una gran expectación.
Faltaban escasas horas para que la siguiente ronda del torneo diera comienzo, y los dieciséis integrantes que formaban parte del equipo blanco habían decidido reunirse para planificar su estrategia. El peón de la columna E, y que por tanto se disponía siempre justo por delante del rey y que sus compañeros de juego habían apodado “Ernestín”, tomó la palabra:
—Me gustaría proponer algo —dijo el peón—. Quiero llegar hasta la última fila del tablero y convertirme en dama. Es un planteamiento inusual, pero así cogeremos desprevenido al rival y podremos ganar la partida. —Esta idea llevaba rondando la cabeza de Ernestín desde hacía un tiempo. Era consciente de que arrastraba diversos enfrentamientos en los que su protagonismo en el tablero había sido escaso y, aunque esto no le había importado pues comprendía que el ajedrez era un juego basado en el esfuerzo coral, pensaba que había llegado el momento de despuntar.
Sus quince camaradas necesitaron un instante de reflexión, pero tras idear la mejor manera de hacer efectiva su súplica, decidieron darle la oportunidad de hacerle llegar entre todos hasta la meta física de cualquier peón.
La partida iba a dar comienzo así que todos fueron ocupando sus posiciones habituales: las torres acudieron en primer lugar y se dispusieron en las cuatro esquinas del tablero, les siguieron la retahíla de peones que llenaron las filas 2 y 7, y de esta forma aparecieron uno tras otro los treinta y dos integrantes que conformaban la contienda. Ernestín estaba situado, como en cada ocasión, en e2. Justo antes de que el árbitro diera la orden de comienzo, se giró hacia atrás y observó con fascinación las dos imponentes figuras que se erguían tras de sí.
En su misma columna se elevaba el Rey: sereno, impasible, confiado a pesar de su limitado arco de movimiento, y con una templanza digna de admiración sabedor de ser el elemento más importante y al que todos debían defender a cualquier coste. A su lado, la Dama, la pieza con mayor rango de desplazamiento, el cual efectuaba con una elegancia y delicadeza digna de su estatus; su aparente tranquilidad contrastaba con un carácter combativo en cuanto se iniciaba el duelo, siendo una gran batalladora siempre dispuesta al bien colectivo. Este último era uno de los motivos principales por los que la ansiada aspiración de Ernestín siempre había sido convertirse en una figura de semejante valor. En cada una de las ocasiones en las que habían luchado codo con codo, ella le había parecido su compañera más influyente y apreciable. Al contemplarla, volvió a quedarse estupefacto pues sabía que quizás aquel mismo día su sueño se haría realidad.
La ensoñación de Ernestín fue abruptamente interrumpida por un potente pitido, resultante de la activación de los altavoces repartidos en cada una de las esquinas de la sala. Una profunda voz metálica se pronunció a través de ellos, liberándole por completo de su obnubilación:
—A continuación, dará comienzo la última ronda del torneo. Pedimos que guarden silencio como se ha hecho a lo largo del campeonato y abandonen la sala en cuanto su enfrentamiento haya concluido —clamó el árbitro—. Suerte a todos los contrincantes, ¡qué comiencen la partidas!
Un aura sigilosa se adueñó de la sala hasta que, a los pocos instantes, comenzaron a escucharse los primeros golpes activando el mecanismo de los relojes de madera. Estos tenían la función de controlar el tiempo estipulado para cada adversario, del cual dispondrían para efectuar todos los movimientos del encuentro. Tic-tic-tic-tic-tic-tic, las manecillas de los distintos cronómetros emprendieron su travesía inflexible.
La formación blanca abrió el duelo ordenando al peón Carlitos que se moviera dos casillas hasta c4, planteando al rival una apertura inglesa. La estrategia elegida entre todos había sido no exponer a Ernestín hasta que no fuese necesario, ya que esperaban una lucha ardua, compleja y larga, en la que habría oportunidades de darle el protagonismo solicitado más adelante. Sin embargo, con lo que no habían contado era con la inusual respuesta del bando enemigo: las negras, que en un primer momento habían parecido entrar en la variante planteada por las blancas, traspusieron tras varios turnos a una defensa Semi-Tarrasch, a la que normalmente se llega desde un gambito de dama declinado. Ernestín observó con calma la posición desde su casilla. Tanto él como el resto del equipo sabían que es posible llegar a las mismas situaciones desde aperturas diferentes, por lo que, tenían la opinión de que en la mayoría de las ocasiones, es más importante la compresión de las posiciones que el estudio pormenorizado de las aperturas hasta la extenuación.
Por todo ello, el conjunto blanco se vio obligado a aceptar más riesgos de los deseados y tomaron la drástica decisión de darle a Ernestín una temprana relevancia para continuar con la idea de su coronación, reconsiderando la estrategia original desde sus primeros compases. Esta controvertida elección obligó a Ernestín a abandonar su amada columna E en la séptima jugada y se desplazó a la D, tras efectuar la captura de un peón rival. Las consecuencias no fueron inocuas pues, en cuanto aterrizó en dicha columna, miró hacia los lados, delante, detrás y no halló ningún peón de su bando: se acababa de quedar aislado.
Último movimiento: 7. exd4
Ernestín bajó la vista hacia la casilla negra que ocupaba y respiró una, dos y tres veces de forma pausada tratando de relajarse y aplacar sus nervios para poder centrarse en la posición. A raíz de este giro de los acontecimientos, la batalla iba a convertirse en una odisea ya que no contaría con el apoyo de ninguno de los peones de su equipo, por lo que para poder culminar el camino hasta la última fila del tablero precisaría de la colaboración de todas las piezas mayores y menores. Si bien la idea original se había complicado, Ernestín también sabía que sus socios conocían lo que debían hacer: dirigir el juego en atacar el flanco de rey, impidiendo la captura de las piezas menores, ya que con esto al único que favorecerían es al rival, mientras que las torres a priori inferiores en posiciones de este estilo, sí podían ser intercambiada por las torres enemigas. Los componentes negros tratarían de hacer justamente lo inverso a lo recién expuesto, sumado a impedir el avance del peón. Para ello, deberían tratar de conservar el caballo en d5, ya que es el elemento que permite bloquearlo de manera más efectiva y ese escaque, colocándose delante del peón, es el predilecto para dicha función.
Con el paso implacable del tiempo, el duelo siguió su curso habitual, sucediéndose múltiples turnos en los cuales ambos adversarios fueron desarrollando sus integrantes intentando asestar, si el otro se descuidaba, algún golpe táctico. Durante ese intercambio de movimientos, las blancas armaron la llamada «batería de Capablanca», con Ac2 y Dd3 apuntando al peón de h7, lo que amenazaba un hipotético jaque mate si el bando negro hubiera dejado indefensa esa casilla. También consiguieron mantener el mayor número de efectivos en liza hasta que comieron el caballo que impedía la progresión de Ernestín, y por tanto le daba pista libre para continuar su peculiar ascenso a la gloria.
De esta forma, se llegó al punto con mayor trascendencia del enfrentamiento cuando, en la vigésima jugada, la formación negra cometió un error realizando Dh5 permitiendo, precisamente, el avance de Ernestín. Varios compañeros arquearon las cejas en señal de sorpresa por la acción que acababa de producirse. Tras hablarlo entre todos comprendieron el fallo sin, bajo ningún concepto, menospreciar a su oponente. Las sabias palabras del maestro Tartakower acudieron a la memoria de Ernestín quien adueñándose en parte de estas y reformulándolas a su modo pensó: “el ajedrez es un deporte en el que gana aquel que comete el penúltimo error, y todos estamos en disposición de caer en ellos”. De hecho, tras unos minutos de análisis para definir su respuesta, todo el grupo en su conjunto llegó a la conclusión de que, aunque quizás no fuera el movimiento más preciso, esa era la oportunidad que habían estado esperando para hacerle escalar hasta la octava fila.
Ernestín, lleno de valor por el apoyo de su equipo y sabedor de que su momento había llegado, cogió impulso para saltar a d5. Desde allí se enfrentó a un peón rival teniendo claro que este no le iba a capturar ya que desembocaría en jaque mate forzado en 2 jugadas y, por el otro lado, atacó al caballo negro restante. El jinete, al verse amenazado, huyó despavorido hasta d8. Un nuevo movimiento y otro pasito más adelante esta vez hasta d6, instante en el que se convirtió en un peón pasado, lo que le volvía más peligroso todavía estando protegido desde la lejanía, pero por detrás como marcan los cánones, por una de sus torres. Ante esta acción, el batallón negro contempló como mejor alternativa movilizar una de sus propias torres. Esto permitió a Ernestín proseguir con su escalada, avanzando hasta la siguiente casilla, habiendo conseguido realizar en 3 turnos consecutivos 3 movimientos de ascenso: Se estacionó en d7, la antesala de la promoción, donde se volvió a quedar bloqueado de nuevo por el otro caballo enemigo.
Último movimiento: 20…Dh5 Último movimiento: 23…Te7
La escuadra negra, que atisbó el peligro sobre su torre tras la reciente incursión de Ernestín, la alejó hasta e7, el único escaque que la mantendría a salvo, al menos durante un breve lapso. La partida se encontraba en una tesitura clave. Las blancas contaban con clara ventaja, pero debían conseguir materializarla, para lo cual movieron Df4 atacando al alfil de casillas negras. Esto permitía al adversario realizar Axf3, pero tras una secuencia de jugadas únicas las negras habrían perdido una calidad (intercambio de una torre por una pieza menor, ya sea un alfil o un caballo) y las blancas se hubieran quedado con el peón de d7, por lo que desecharon la idea. Finalmente, trajeron de vuelta casa a su alfil hasta el recuadro g6, siendo este su lugar normal en caso de haberse desarrollado mediante fianchetto, aunque en este enfrentamiento trazó una maniobra demasiado sinuosa para llegar hasta allí.
Pero el momento culmen acababa de llegar: las blancas habían visto una secuencia ganadora y no iban a dudar en ponerla en práctica. Para ello, situaron la dama en b8 poniendo en riesgo al último impedimento que se interponía en completar su estrategia, el caballo de d8. No obstante, llevando a cabo este movimiento, dejaron indefenso a su alfil de casillas negras; Ernestín le miró con tristeza pues le tenía en gran estima y le generaba cierto respeto debido a su forma, un tanto pintoresca, que le recordaba a un tocado denominado mitra, propio de altos cargos eclesiásticos. Así pues, tras la certera captura del alfil por parte de la dama negra, el conjunto que encabezaba las piezas blancas perdió su poderosa pareja que solía dinamitar las diagonales enemigas. Pero fue para un bien mayor debido a que, automáticamente, atraparon el caballo, dando además jaque y obligando al rival a cubrirse de éste con su alfil.
Ernestín se hallaba en una condición privilegiada a las puertas de su meta en el espacio d7, mientras que la reina ocupaba d8, obstaculizando de cierto modo el emplazamiento final que debía ocupar su camarada. Al contrario de lo que se pueda pensar, esto no desembocó en ninguna complicación ya que habían encontrado un remate espectacular, pero antes de llevarlo a punto su compañera se giró hacia él y se inclinó para dedicarle unas escuetas palabras:
—Brilla como sólo tú sabes hacerlo —le susurró sin titubeo seguido de un guiño de ojos, acto tras el cual se abalanzó sobre el alfil enemigo sacrificándose.
Atónito, el contendiente dio réplica de la única manera posible: aceptar el gesto altruista recién efectuado, sacando del tablero a la reina blanca. Ernestín disponía al fin de vía libre, a la cual sacó partido rematando la contienda al alcanzar d8. En cuanto puso el primer pie en el cuadrado negro, una fuerza extraña lo elevó y un halo de luz le recubrió dándole una energía insólita que deslumbró momentáneamente a los allí presentes. Cuando el efecto se disipó y miraron hacia donde antes estaba Ernestín, contemplaron su nueva forma: su cuerpo se había alargado, su armadura de batalla había sido sustituida por una espléndida túnica y, en lo alto de su cabeza, en lugar de un casco había aparecido una bella corona de plata.
Tras la coronación y viéndose abrumadas por la superioridad blanca sumado a la ventaja material que presentaban, las negras dieron la partida por finalizada y se rindieron, deteniendo el reloj para felicitar a su contrincante. Aunque todavía no lo podían saber, acababan de derrocar al que sería el campeón mundial y dominaría el juego durante más de 10 años. En cuanto los dos frentes terminaron de intercambiar impresiones y repasar los hechos acontecidos sobre el tablero, todos los compañeros formaron un gran círculo alrededor de Ernestín, que ya había recuperado su aspecto original, mientras le aplaudían, abrazaban y celebraban el triunfo, pidiéndole que pronunciara unas palabras.
—Gracias a todos vosotros he podido cumplir mi sueño. De veras, sin vuestro apoyo habría sido imposible. Hoy la fortuna me ha sonreído a mí, pero esto es un deporte de equipo y no debemos olvidar que lo que nos hace fuertes es trabajar y permanecer unidos todos juntos, disfrutando en la victoria y ayudándonos a levantar en la derrota. De alguna forma, y como bien decía Miguel de Cervantes: «el ajedrez es semejante a la vida» —sentenció Ernestín.
Posición final. Último movimiento: 29. d8=D
Historia ficticia basada en la partida real entre Vasily Smyslov vs Anatoly Karpov. Fuente Web: https://www.chessgames.com/perl/chessgame?gid=1067631