La ONCE, en su lucha constante por la integración de los deficientes visuales en todos los aspectos de la vida, posee en nuestra ciudad un club de ajedrez.
Para un invidente aficionado al ajedrez, la ceguera no es el peor escollo que debe superar. Los jugadores de este club lo vienen demostrando cada año con su buen juego. La predisposición de la gente, el miedo a lo desconocido, la falta de seguridad y de confianza son, y serán siempre, las peores barreras que pueden encontrar en su camino. Son, como ellos mismos aseguran, barreras psicológicas; no reales.
Aseguran que el ajedrez es el deporte más integrador que existe, porque los ciegos pueden jugar contra los videntes en un cara a cara, sin ninguna ayuda exterior que les guie y sin distinciones de categorías. Es practicando el ajedrez cuando pueden demostrar, y lo demuestran, que son capaces de rivalizar con quienes pueden ver.
Los invidentes demuestran siempre unas enormes ganas de aprender, manteniendo constantemente una férrea atención hacia lo que se les explica. Agradecen, sin duda, la oportunidad que les brindan de codearse con todos y de disfrutar jugando.
La gente se preguntará cómo puede un invidente jugar al ajedrez. Cómo sin ver las piezas, ni el reloj. Como suele suceder, las soluciones son más sencillas de lo que en principio se podía imaginar. Bastaba que alquien se plantease la necesidad que los ciegos tenían de jugar. En primer lugar, utilizan mejor que los videntes la capacidad de visualizar mentalmente que todos tenemos. Ellos memorizan las posiciones con notable acierto. Sin embargo, para facilitarles la labor, las piezas tienen en su base un clavo que se puede introducir en cualquiera de las casillas del tablero, que tienen un agujero hecho al efecto; de este modo la pieza queda asegurada una vez es depositada y el ciego puede tocar el tablero en caso de que lo desee para asegurarse de alguna posición, sin mover ni tirar las piezas. Por otro lado, los relojes que ellos utilizan para contabilizar el tiempo de la partida tienen incorporado un sistema para que puedan oír por unos auriculares el tiempo de juego que lleva cada jugador. En cuanto a apuntar sus partidas, también pueden, gracias a una pequeña agenda informática llamada Braille Speak, que permite gracias a un simple teclado de ocho botones introducir la partida y posteriormente oír el movimiento e imprimirlo en tinta o en Braille.
Pero no vayamos a quitar mérito a lo que estos ajedrecistas hacen. Las ayudas que pueden recibir del material especial es un simple apoyo que les facilita una complicada misión; defenderse sin la vista de un rival que puede ver. Según ellos no es difícil aprender a jugar en su condición. Reconocen, eso sí, que se requiere una gran concentración para desarrollar un juego inteligente y no cometer despistes que les lleven a la derrota; sin embargo, ellos mismos sienten la extrañeza de los videntes, que las primeras veces se sorprenden de su forma de luchar en los tableros y, de forma paralela, en la propia vida.